Educación humanista

 

Educación humanista

 

Tradicionalmente hemos asignado como fin a la tareas de humanidad que esperamos que la escuela cumpla, el poner al que aprenda en posesión de su humanidad, de actualizar la humanidad virtual en él, esa potencialidad con la cual nace y de cuya actualización dependerá su futuro y el de la sociedad humana toda; no de su condición de “productor”, sino que de su humanidad: de su capacidad de ocio que es a la vez silencio y trabajo; de admiración y de júbilo; de paz y de aceptación; de mirada interior y de plenitud; de comunión humana. No es el trabajo el que se opone al ocio, sino que el negocio, el nec-otium que lo niega; el trabajo supone el ocio y se realiza en él: sin ocio no hay trabajo que valga. La educación humanista habrá de ser una educación de la capacidad de ocio.

 

            Una de las experiencias que el niño tiene derecho a pedir a la sociedad que le ha dado la vida es la de estar en contacto con la humanidad actual y pasada, de no ser separado de la comunión humana. Desde este punto de vista la educación humanista es la iniciación del niño en esa humanidad que se compone más de muertos que de vivos; o – mejor dicho – que se compone de todos los vivos de todos los siglos.

 

            Así, el instrumento por excelencia de la educación humanista es la historia de la humanidad. Habremos de darle el lugar que le corresponde; no se estudia historia de la humanidad en dos o tres horas semanales: se hace historia cada vez que se evoca un aspecto, un momento del caminar humano. Pero para que este acercamiento sea posible es necesario el manejo cabal y creativo de la lengua y de los distintos lenguajes en que nos expresamos y nos hemos expresado a través de todo nuestro camino humano: oral, escrito, matemático, corporal, musical, plástico. La maestría de los lenguajes ha de ser no solo un objetivo de la educación humanista, sino que su primer objetivo. No apunta la educación humanista, ni puede apuntar, a “enseñar” datos, hechos, ciencias o matemáticas, sino que al logro de una gozosa, personalizada y creativa maestría de los lenguajes, empezando por la lectura y escritura de la lengua materna. Sabemos que al término de nuestra educación primaria los niños no suelen adquirir esta maestría, y sabemos también que esta falla no es solamente propia de nuestros países en desarrollo; hay países del “primer mundo” que se quejan de lo mismo.

 

            Un segundo objetivo de la educación humanista será el método, el camino por el cual he de transitar para lograr un trabajo bien hecho. Los grandes maestros de la humanidad comenzaron  por enseñar el método; los grandes maestros de nuestra infancia son los que nos dieron un método, el gusto por el trabajo terminado y bien hecho: desde clavar bien un clavo o hacer un corte recto en una tabla hasta escribir adecuadamente una carta, un poema o un libro; desde saber montar a caballo o caminar por un cerro hasta dar una nota justa en la guitarra; desde pararse adecuadamente hasta correr una maratón en un tiempo adecuado y sin cansarse. Todo esto es método, y el método es un segundo gran objetivo de una educación humanista.

 

            Un tercer objetivo es la convivencia. Somos miembros de una comunidad humana; nos definimos en función de una humanidad compartida; pertenecer a ella nos da sentido y nos engrandece: es nuestro todo lo que los demás hombres hacen y han hecho. La convivencia humana es una vocación y se la vive cuando se la aprende en el vivir diario en paz, en cooperación, en generosidad, en respeto de las diferencias, en la compleja pluralidad social. La sociedad se ha dado a sí misma la institución escolar como fragua de sus miembros para que en ella se forjen las armas de la vida en común. La educación humanista no podrá dejar de lado una convivencia que sea educativa en sí misma. Como en el caso de los escasos logros en maestría del lenguaje, la violencia que se ha adentrado en la sala de clases no es un hecho reservado a los países en desarrollo, sino una constatación que se hace cada vez más universal. Es un desafío educacional de primera magnitud.

 

            Desde el punto de vista de la metodología con que habrá de operar una educación humanista, ésta no puede ser sino que enciclopédica entendiendo este término en su sentido etimológico una pedagogía cíclica que retome sus enseñanzas una y otra vez, en bucles iterativos de múltiples dimensiones, regresando a los orígenes para desde allí volver a desarrollarse: una educación humanista no podrá jamás avanzar sin retroceder primeros orígenes para desde allí nuevamente desarrollarse una y otra vez, siguiendo las dimensiones de desarrollo del niño que opera también cíclicamente. La educación es una tarea compleja y la perspectiva enciclopédica le es particularmente apropiada.

 

            Esta metodología enciclopédica presentará al niño todo lo que el hombre manifiesta y cultiva. El hombre que se manifiesta promoviendo por su actividad la civilización material y técnica; el hombre que ordena lo real a través del pensamiento, inventando el lenguaje y dándole sus reglas; el hombre que se adueña de esa realidad en el razonamiento experimental y dando lugar a las ciencias; pero también el hombre que concibe el ser íntimo de las cosas y lo expresa en la poesía, la música y las artes plásticas; el hombre que se toma a sí mismo como problema y trata de explicarse el misterio de su ser contradictorio; el hombre que tiende a un orden que lo sobrepasa y que se inserta en él por el acto religioso.

 

            Más en concreto, la educación humanista le presentará al niño los hombres en su realidad concreta y viviente, diversos hombres en su vida y sus realizaciones, potenciales modelos de una vida humana en lo humano. El reino de los valores humanos es amplísimo, y se lo encuentra a través de ejemplos en todas las actividades y situaciones. ¿Tarea imposible? Es amplísimo el campo de lo humano; pero el maestro deberá estar en condiciones de presentar a sus alumnos un panorama suficientemente variado de manifestaciones diferentes para que cada uno de ellos pueda encontrar donde polarizar sus energías, donde encontrar a qué atenerse, y donde encontrar también ejemplos que lo liberen de las polarizaciones anteriores para llegar a un sí mismo que está más allá de todo ejemplo.

 

            La teleología de una educación humanista, su finalidad y conjunto de fines, el modo como los dice, tienen así un carácter iniciático o – lo que es lo mismo – propedéutico: introducir al niño en su condición humana, en aquél que él es, y hacerlo en la acción misma; “agendo agenda discantur”, sugería Comenio: “que aprendan a hacer haciendo”.

 

           

 

Acerca de gonzalogutierrez

Filósofo
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7 respuestas a Educación humanista

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  3. me parece muy interesante poder cumplir lo sueños deseados y de alcanzar

  4. Clara dijo:

    Dónde puedo estudiar la maestría en pedagogía humanista?

  5. GRACIAS FUE MUY UTIL LA INFORMACION FELICIDADES

  6. Que buen articulo! Hay tantos cambios que hacer a la educacion…tantos temas que agregar y tantos que quitar!!

  7. JUAN CARLOS dijo:

    Quieren conocer un ejemplo de pedagogía humanista que le ha ganado a la vida
    http://www.mundokarol.cl es un sueño humano de esperanzas chileno

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